El poemario en versión digital

GIRAPOEMA en formato de revista digital gracias a Dennis Mariella.
“Cercanos brotan mil ruidos
tan rebosados de silencio,
que, al oído, le parece oír
el canto de su propia inocencia”.
Jules Supervielle


TU SILENCIO

Nuevamente has regresado,
siempre regresas a otro tiempo.
Peregrina de tu propio destino
avanzas con las manos cerradas,
apretando fotocopias de recuerdos
que recobras constantemente
modificando la memoria,
y sin embargo...
ya no cabe el retroceso.
Con la luz de antiguos días azules
y la mochila cargada de piedras,
con gesto escéptico y lejano
sigues andando ese camino
que se te hace largo...
extremadamente largo y pesado.
¡Es inútil! No puedes ver el sol
cuyos rayos entibian tu alma,
lo ocultas tras los nubarrones
que sólo viajan por encima de ti,
mientras insistes en danzar entre ruinas,
evocando voces de fantasmas.
Y no puedes verlo porque lo cubre
un persistente y terco aguacero,
que no alcanza a mojar la calzada
pero que humedece tu presente,
mientras caminas - imperturbable -
sin reparar en que poco a poco, anochece.
Son otras las nubes, otras las lluvias,
otra la música y otra la ciudad.
Son otras las caricias, otros los besos
que resbalan, como gotas, por tu piel
sin dejar huella alguna,
pero no cabe la vuelta atrás,
sigues tu camino de regreso a pie
bajo ese sol que resplandece,
aunque no quieras o no puedas verlo.
A tu lado, en el lecho solidario,
como conjurando el tiempo,
yace un doble espejo de miedo.
Hoy sabemos que éramos tímidos
e indecisos, antes que el destino
explotara y nos despidiera a los dos,
lanzándonos, con furia, contra el viento.
¡Qué pena! ¡Cuánto amor perdido!
En tanto tú, impertérrita,
sigues engañando al camino,
mientras yo estaciono en tu mirada
rebosante de un profundo silencio
que comprendo, aunque no lo sepas.
Te quedan muy lejos los recuerdos
y demasiado cerca la nada.
Aparento no verte... pero te veo,
como veo ese pájaro de tus sueños
que, en ocasiones, sin haber sido invitado,
oliendo a plumas y alimentando espectros,
despega del pasado cantando en silencio,
choca contra las paredes del agujero negro
y aterriza para quedarse entre la bruma.
¡Ah! La mente humana...
¡Qué misterio!


Julio Pavanetti – España

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